En la Frontera, pero al otro lado de la barricada.

“-Es inútil hablar del asunto –dijo Alicia, mirando la casa y simulando que discutía con ella-. No voy a volver a entrar todavía. Se que tendría que atravesar el Espejo nuevamente… para regresar a la vieja habitación… ¡y ese sería el fin de todas mis aventuras!”

El fin último de las vanguardias revolucionarias de principios de siglo era, como escribían los surrealistas, “cambiar el mundo y cambiar la vida” haciendo de éstas una sola consigna. Los surrealistas perecerían en los primeros movimientos de la Sociedad del Espectáculo siendo asimilados tanto por los marchantes de arte como por los publicistas, diluyendo así sus propuestas revolucionarias. La característica fundamental de los grupos de vanguardia fue la de incluir el juego en las propuestas revolucionarias y hacer, al fin, de éste también una proclama para la revolución.

La sociedad posmoderna toma los factores estéticos del juego de las vanguardias pero lo aísla del resto de su discurso, quedando así estéril y a merced del mercado, ávido e novedades en apariencia. El fin último de la Sociedad de Consumo es seguir ofreciendo a sus benefactores nuevos productos, de digestión variable según el tipo.

En la Frontera se enmarca dentro de la digestión difícil. Cuando se arranca algo de su contexto original resulta mucho más complicado de comprender. Zaragoza quiere situarse a la par (o incluso por delante) de su tiempo, a sabiendas de que las propuestas salidas de la Academias y carreras de arte son clichés podridos, recurre a las calles, donde el corazón guía la mano. Pero el Estado no pueda pretender escribir “Alicia en el país de las Maravillas” en pleno 1984. Enmarcadas dentro del oficialismo las propuestas auténticas pierden su esencia, lo que pertenece a la calle se encajona en un museo (cementerio, decían los futuristas) o en zonas específicamente delimitadas, mientras que quienes hacen lo mismo fuera del control oficial son multados, asediados, insultados o ignorados.

En la Frontera copia nuestras formas y las oficializa para el comercio siendo el daño colateral la esterilización de las propuestas originales.

Los “artistas” quienes, evidentemente, no van a dejar pasar la oportunidad de ganar dinero fácil, deberían cuando menos dejar atrás esa desagradable aura de genialidad para saberse dentro de lo que realmente son: elementos asalariados del sector terciario de la economía.

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